APERTURITAS EN CUBA


Es bueno que Cuba soberana y socialista exista. Es necesario, por el bien del propio socialismo, que el modelo del Partido Comunista Cubano se subvierta, se modifique así mismo. La revolución en la revolución para conjurar la deriva del inconsciente colectivo hacia una reactividad que, paulatinamente, va vaciando de afecto social genuino esa cosa clichezuda, restrictiva y fatigosa en que se ha convertido el régimen de resistencia anti-imperialista. Pero hay un tiempo para sincerar, sin que tal replanteamiento colapse el sistema que se busca rejuvenecer, revitalizar. Tal vez no sea tarde aún. Ese es el riesgo a que lo ha sometido el burocratismo del partido que, obcecadamente prefirió persistir en el agobiante modelo del control total de los medios de vida de la sociedad.

 

Modelo que quiebra la iniciativa, sometiendo al homúnculo clientelizado del estado a la resignación, la corrupción, la furtividad o la airada espera de que algo, no importa qué, pero que algo pase como en La Casa de los Muertos.


¿Cómo entender que el enemigo jurado se niegue a negociar con su ex-colonia, y esta persista 50 años después en sustentar la casi mendicante subsistencia de su gente en dicha reticencia del imperio? Acaso el bloqueo haya estado más en la capacidad del partido para convertir el intento de asfixiarla económicamente, en la gran oportunidad de convertir a Cuba en el ejemplo marxista exitoso del desarrollo integral de las fuerzas productivas de un país con un alto sentido de Patria y Hermandad.   


Los nuevos viejos lineamientos económicos que propone la cúpula para desatascar la nación de esa especie de pantano en que sobreflota con gran desazón, esa especie de aperturita en el marco del férreo control –denominado eufemísticamente “planeación”- ya no suscitan siquiera el ingenuo entusiasmo de la masa, volatilizado por las reiteradas veces en que timorata y fallidamente lo han propuesto los decisores, como alternativa de mitigación al estrés de fondo que corroe la calidad de vida del común.


Ni socialismo puro, ni capitalismo escueto. Una mezcolanza que ha generado el híbrido clasista de turistas, burocracia y cubanos que completan su día entre el desacato a una legalidad asfixiante, su sentido de Patria, las remesas y el servilismo al turista.


Cuba no puede seguir así sin derivar hacia una horrenda parodia de socialismo o a una implosión, que no deje ni quien se duela del colapso de las preces alcanzadas por la épica altruista y el martirio de un pueblo que rubricó sus principios como solo Masada frente al imperio romano.    


Los barbudos hicieron bien la tarea de afirmación de principios, pero la espera de respiro se ha prolongado demasiado, y ya las nuevas generaciones andan en un cuento menos heroico y más mundano. Si la iniciativa no se desata a través de las grietas culturales que ya se insinúan, el tiempo se encargará de cuanto no pudo la intervención directa del imperio. Esta revolución ya no cuenta con el brío que la posibilitó.


Expresiones legítimas como la de Los Aldeanos o Sex Machine debieran ser escuchadas con mucho más cuidado por el establecimiento cubano, pues con todo y su marginalidad, en el inconsciente colectivo hoy representan mucho más que la oficialidad de la “nueva” vieja trova. Hasta en las guaguas y los CD´s los jóvenes las están socializando a su manera, creando de hecho la grieta donde está Dios que acecha.


Escuchar con más cuidado la voz profunda del pueblito significa darle cauces a la justa inconformidad subyacente bajo la asistencia diplomáticamente forzosa a manifestaciones y elecciones. En vez de impuestar el abnegado trabajo propio, incentivarlo con zonas francas y capital semilla que permita un fomento real de la pequeña y mediana empresa. Iniciativa, trabajo real y un correlato educativo que involucre las TICs y una apertura de prensa, sin más restricciones que el patriotismo. El modelo chino, de partido único y sistema económico dual, podría ser un camino para avanzar hacia un nuevo estadio, en el que la revolución pueda darse los aires nuevos que con urgencia necesita para salvarse de un fiasco similar al del socialismo soviético. Medidas que el Sexto Congreso del Partido debiera avocar resueltamente, para darle alguna viabilidad real a la imperativa necesidad de oxigenar la economía y el alma de la cuba estancada en las precarias albricias del modelo imperante.  

 


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ECONOMÍA Y PODER


Una nación sujeta por un partido bienhechor que no alcanza a socializar una economía suficiente. Bienhechor e inamovible; dudosa combinación que ya parece fatigar a los vasallos del estado paternal. Estados Unidos como la gran amenaza y el gran soporte de esta osadía y del poder doméstico forjado a su sombra. En su afán de garantizar la conquista de la independencia y construir un estado de bienestar universal, la libertad individual ha sido adelgazada a extremos fatigosos para el hombre común, que se debate entre el justo orgullo patrio y el justo anhelo de situarse como cualquier ciudadano planetario, sin derivar a su país al abismo que por décadas ha buscado trascender. El cubano yace en un limbo terriblemente incómodo, haciendo esfuerzos supremos por no clamar la libertad que el capitalismo espera para acunarlo en la manera degradante en que solo sabe hacerlo. Cuba busca un camino y al no encontrarlo se pliega hacia dentro y aguanta con los dientes apretados. Pero aguantar es también aguardar. ¿Aguardar a quién o a qué? ¿Al Partido, a su dirigencia más respetable? Tal vez. ¿A un milagro de la providencia? A lo mejor. Pero no hay Dios en Cuba socialista. Por lo menos no oficialmente. La suerte de Cuba se debate en el inconsciente colectivo. Fidel lo captó y lo desencadenó en su momento. Así se hizo la revolución. ¿Acaso ahora ese instrumento del dios de las fuerzas subterráneas se potencia en algún otro hombre, o en algún incidente quizá? ¿Pero si no es una fuerza consciente y organizada, como el Partido, cómo blindarse contra la anarquía y la deriva al omnímodo oportunismo del imperio? ¿Acaso negociar con él una salida intermedia con el Partido al frente del estado? Cuba sigue confiándose a la presión internacional frente al bloqueo, ya que el complejo imperialista no da péndolas de querer hacerlo por cuenta propia. O, mejor, ningún imperio negocia con provincias rebeldes, siempre que su existencia no dependa de ello. Y la existencia de EE UU, con todo y el peligroso ejemplo de Cuba, no depende de la permanencia de Cuba Socialista. A lo sumo es una molestia a su soberbia imperialista. Pero el imperio también ha aprendido a lidiar con el régimen castrista sin las funestas consecuencias de someter su pueblo al exterminio bélico. Lo sofoca con su bloqueo y también con la promesa de una apertura hacia sus capitales y el tipo de humanidad centrado en el individualismo y la ambición. Cuba, heroica, resiste afirmándose en la mitología de su osadía, pero sin alcanzar a dar respuesta a las angustias y esfuerzos de su pueblo. Cuba se sofoca sin encontrar la nueva audacia a la cual consagrar de forma irreversible los logros de su augusta empresa. Cuba revolucionaria ya venció, pero su colapso podría devolverle al imperio aún cuanto este perdió perdiéndola. Cuba mira la suerte de Haití y sabe que será la suya si no defiende a muerte el increíble logro de su independencia frente al gran monstruo vecino. ¿Lo sabe el alma profunda del cubano promedio actual? Debe saberlo, porque la revolución aún es cosa de generaciones recientes y porque aún la Plaza de la Revolución se llena cuando el régimen convoca a la protesta patriótica. Pero existen inequívocos síntomas de fatiga y hasta de escepticismo burlón, en las capas que pueden darse este lujo por su estatus anfibio respecto al extranjero: movilidad, contactos, remesas, inversiones. De la excepción se está pasando a la regla, y no parece que haya dirigencia con un norte convincente. Se diría que el propio Fidel ha preferido profetizar y advertir sobre la suerte del planeta antes que situar frontalmente el drama doméstico, del cubano aplazado en los avatares del precario socialismo que puede proveer la estolidez del régimen zurcido a la usanza del caduco modelo soviético y de su carismática prosapia. Los indicadores que dieron lustre a la revolución frente al resto de Latinoamérica se deterioran a ojos vistas o, por lo menos, no los percibe así el cubano que merca en pesos, es decir, el cubano común. Una vez más se intentan reformas aperturistas que buscan apalancar el sistema en la iniciativa y el auto-apoyo individual. Sin embargo, dichas iniciativas, por temor o por carencia, se enmarcan en las mismas restricciones que las hicieron inviables en el pasado. Regularizar el rebusque para impuestarlo y controlarlo antes que para fomentar la emergencia de un sector de PYMES parece ser el verdadero fondo de los decretos de trabajo por cuenta propia; lo que no deja lugar a pensar en un respiro para una iniciativa productiva que alivie la pesadez del día a día del cubano sometido al precarizado asistencialismo y al trabajo de pacotilla.   

  

En la oratoria el régimen se empeña en hacer irreversible el socialismo, en los hechos la resistencia del aparato burocrático, mediante el cual se clienteliza y limita la capacidad alternativa de la gente, banaliza los propósitos del ejecutivo, generando mayor perplejidad y abandono en el psedociudadano cubano. Paradójicamente, estos efectos constituyen el soporte y, si se quiere, el margen de que goza el establecimiento para maquillar y neciar en una situación y un modelo anquilosados, que se mantiene por una especie de inhibición que atiende la prevención del estado frente a los gringos, pero que en lo personal no ha conseguido inhibir cabalmente el sueño americano del cubano carente de remesas y de promoción suficiente. De hecho, el tipo de censura o autocensura del cubano frente al estado no ha encontrado la intelectualidad, ni externa, ni mucho menos interna, que la conceptualice de manera apropiada, permitiéndole comprenderse a cabalidad y, por ende, superarse sin hacerle el juego a la conspiración imperialista. Es así como la sensación de no ir a ninguna parte no se traduce en alternatividad y el poder ineficiente en que se disuelve la ciudadanía se prolonga sin que haya mayores opciones de enmiendas conscientes significativas.

 

Dicha situación es potencialmente más peligrosa para los intereses que reclama perseguir las cúpulas decisoras, pues avoca el proceso a la energía acumulada en el inconsciente colectivo, exponiéndolo a hacerse trizas una vez las grietas que lo debilitan encuentren la expresión casual que les permita erupcionar. La transición hacia un modelo menos ineficiente de canalizar la energía social no da espera. El Partido podría encontrarse aprendiendo tardíamente lo que tanto predica con oídos sordos acerca del Ser Revolucionario.

 

 

REVOLUTION (Los Aldeanos)


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UTOPÍA


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