ACERCA DE LA IRRESPONSABILIDAD MORAL

 

¿En qué consiste la irresponsabilidad?

La irresponsabilidad es la carencia de responsabilidad.

El hombre responsable está obligado a responder de sus actos. Pero esta obligación del ser responsable no es impuesta por ningún poder externo; proviene de ese dios interior llamado consciencia. La legítima consciencia no permite engañar a nadie, mucho menos a sí mismo. La legítima consciencia es exigente, autocrítica; la coherencia, la armonía entre el pensar, el sentir y el hacer, es su consigna irreductible. El individuo consciente o es consecuente o es un farsante. Ser consecuente es hacer corresponder la palabra con la actuación, el discurso social con la solidaridad real. Ser consecuente es comprometerse con la consciencia, responderle a ella, hacerse responsable por ella y ante ella.

La consciencia del irresponsable moral es una consciencia falseada, contrahecha, corrompida, una mala consciencia.

La consciencia del irresponsable moral es apenas un camuflaje para engañar al pueblo y convertirlo en idiota útil de sus verdugos. El irresponsable moral usa las necesidades sociales para hacer protagonismo, para controlar los liderazgos y sacar partido personal de la manipulación de las comunidades. Porque el irresponsable moral no educa, manipula. Al lado del irresponsable moral, sólo se adquieren resabios y complicidades indecentes, contaminadoras, vejeces oprobiosas.

La consciencia corrompida del irresponsable moral es como un cadáver insepulto, que va por ahí, esparciendo miasmas e infección, sin escrúpulo alguno.

El irresponsable moral encuentra placer manchando el alma y la organización social de las gentes y los procesos limpios.

El irresponsable moral es un ser que se desorienta y se angustia, cuando los pueblos fatigados por el engaño, empiezan a secar el charco de su putridez; que es allí donde pueden prosperar las larvas de dicha plaga.

El irresponsable moral es un desahuciado y un cobarde, cuya autodestructividad lo vuelve temerario y por ende, peligroso.

El irresponsable moral no tiene empacho en aliarse con el mismísimo diablo para alcanzar sus nefandos propósitos. El irresponsable moral es la mentira misma. Habla de servir al pueblo y, como Judas, lo vende, aunque su pobreza espiritual es tal que no se suicida y prosigue su criminal obra de intrigas y maquinaciones. Generar perplejidad, zozobra, o, utilizar la resonancia y rapidez del chisme para producir pánico, terrorismo psicológico, propiciando el ambiente de muerte, que tanto lo estimula y lo recrea.

Los liderazgos cívicos están plagados de irresponsables morales. Para mantenerse a cubierto se alían bajo las mil y una forma de complicidad; aunque no es raro escucharlos desollando a sus émulos.

En verdad, el irresponsable moral es de los peores cánceres del tejido social. Entre todos los agentes de la domesticación popular, el comportamiento de los irresponsables morales, los coloca entre los más efectivos. Son ellos los primeros encargados de obstruir, señalar y finalmente desvirtuar los procesos de una legítima dimensión comunitaria. Ellos no quieren un pueblo consciente que los juzgue; quieren borregos, masas cabestreables que les sirvan de capital político para todos sus tráficos, de mampara de todas sus ruindades, y de colchón de seguridad, para moverse impunemente en los espacios de organización popular.