LUMPENMAGISTERIO


lumpemproletariado. (Del al. Lumpenproleos autorizase como padres.tariat).

mCapa social más baja sin conciencia de clase.

 

¿Qué vamos a hacer con este magisterio servil y envilecedor? ¿Cuánto más la complicidad de la grosera masa aupara el desperdicio que hacen de sus hijos?

 

¡Ah, malditos siervos  rogad porque sea un dios perdonalotodo quien os autorizase como padres; que si fuere simplemente Natura, cuan terrible pagaríais la afrenta que a la majestad de la vida le hacéis consintiendo remedo tan protervo!

 

Creéis hacer grandes méritos ante la quimera de una vida eterna, sacrificando en nombre de una fe cargada de inmoralidad la verdadera vida que tenéis para acrisolar el legado de vuestros hijos.

Rendidos mansamente a un credo que ha hecho más por la depravación humana que ningún flagelo horrible padecido, entregáis el deber de superaros nervio a nervio, neurona a neurona, día a día en el ejercicio tesonero por apropiaros de las verdades que remontan el carácter por sobre la inmensa necedad en que se fundan los poderes oprobiosos. Así habéis dado concurso y crédito a la plaga que arruina el mundo de belleza testado por natura y sus mejores hombres.

 

Decís rendir devoción a uno de los nuestros, más sois los primeros en crucificarle cada que insiste en reencarnar en uno de vuestros hijos. No bien se manifiesta ese Maestro del Alma Necesaria,  lo más podrido de la ergástula que lleváis por espíritu se revela en todo su furor canalla.  Y ¡ay! del consecuente Maestro si su temple no está forjado lo suficiente para causa tan sublime y necesaria, como tozuda y peligrosa. El nervio de Condorcanqui; nada menos se exige de los guerreros de la luz. Tal vez por ello la mediocridad sea el blasón del maestro colombiano. Tal vez por ello prefiráis ese ejercicio cómplice con los poderes criminales establecidos y emergentes. Tal vez por ello os baste asegurar la paga por sobre el sagrado deber de dotar el espíritu en crecimiento con el acervo intangible que edifica hombres cabales. Tal ves por ello, y porque refugiáis el gravísimo déficit con que os licenciaron para conculcar en los únicos inocentes el derecho a crecer en toda su esplendorosa potencia, os creéis autorizados para tan insidioso magisterio. Pero nada os excusa, mucho menos la albricia venal infanticida de quienes os usan para destruir generación tras generación la promesa revolucionaria inherente a cada niño educado con celo y ejemplo en la pedagógica del decoro.

 

Pero, qué importa, os diréis. El mecanismo automático y eficiente de autodefensa, propia de la jactancia farsante con que habéis llenado el proverbial vacío ético, activará su panoplia de revires para protegeros del inaceptable e inmerecido cuestionamiento. Si aún así no son suficientes, siempre quedará la maquinación y la conjura como recurso extremo contra el insolente extremista que, a título de “censor”, viene a fustigar cuanto damos por sentado respecto de nuestra respetabilidad docente. Y se lo hace con tal naturalidad, que no queda duda respecto del tipo de escrúpulos que dan textura real al maestro real, asimilándolo sin atenuantes alma desalmada de un mercenario.

 

Quienes comprenden la importancia del cotidiano ejercicio docente no son precisamente los docentes. Es por ello que su ejercicio se ha formalizado de tal manera que la fementida libertad de pensamiento y cátedra queden reducidas a hueras modernidades. Poder tan grande como el que otorga el encuentro educativo diario, sistemático, no es algo que el establecimiento deje al libre arbitrio de consciencias y concursos, aún si la tal profesionalización ha hecho su trabajo mediocrizador con rigor. Siempre está el peligro de que en las facultades algo de criticidad se filtre por entre el severo tamiz que también a ellas rige. Hasta el clero se siente en celosa desventaja respecto del plantel docente, comparando sus horas de doctrina con las horas que dispone el magisterio para aclarar las mentes. De ahí que hayan invadido desde la primera invasión el territorio de la reflexión formativa, convirtiéndolo en la joya irrenunciable de su terrífica conquista. ¿Podéis entender ahora el fondo de la conjura contra el esfuerzo serio en devolver al campus educativo la independencia necesaria para que el espíritu que la acredita como palanca suprema de desarrollo pueda florecer? ¿Podéis entender la felonía con la Misión educadora de aquellos docentes que se prestaron -y se seguirán prestando- como cerberos del oscurantismo y la heteronomía de la escuela?

 

Para que una La Escuela Moderna actualice la consciencia de la sociedad  es imprescindible un soberano churrusco que limpie el chiquero de estupideces perversas y fantasías ultraterrenas a que la iglesia ha degradado el carácter profundamente revolucionario de la educación humanista. No menos de doscientos años hoy nos separan de la modernidad gracias a la graciosa e imperturbable presencia de la iglesia en la educación. Doscientos años que en tiempos de bicentenario nos imponen cuestionar el tipo de república malparida aquel 20 de Julio.

 

¿Venceremos? …¿Quiénes?, es la pregunta. Vencer sin que haya quien quiera vencer no es imposible, es una estupidez. Con todo y la aclaración, no vamos a vencer. El establecimiento continuará sofisticando su mecanismo de exclusión o, mejor, de fatigas, prevaliéndose del alma fatigada acendrada  -pocalucha- y corrompida de laxitud consumista. ¡Contemporizar! ¡Contemporizar! ¡Contemporizar! Es el grito del angustiado maestro enfrentado a la ética de su Misión. Grito cobarde y entreguista que le viene muy bien a la pseudo-oposición con que el sistema tiñe cada cuatro años su farsa democrática. Todo es trampa en la entraña del monstruo que cela los intereses estratégicos del imperio en estas riquísimas latitudes. Todo hecho para que la consciencia se embolate y opte entre la consabida y eficacísima fórmula de: ¡Con caras gano yo (el sistema), con sellos pierde tú (la sociedad)!. Una democracia fantoche, blindada ideológica (madiática, educativa y judicialmente) y matreramente contra cualquier asomo de legítima y necesarísima civilidad, arrolla implacable y regocijadamente a los pequeños titanes que se niegan a entrar en su juego perverso, reclamando con su coherencia lugar a la disidencia, que es la única manera decente de participar en esta mascarada denigrante y desoladora, sin permitirle a la justa ira acudir a vías tan radicales como las que sostienen implacablemente falseada la consciencia nacional.

 

¿Tendría alguna opción, entonces, un proyecto de Educación para que el pueblo pueda? Ninguna, si no se entiende que un proyecto de tal naturaleza solo podría abrirse camino ( ¡Abrid paso a los dadores de vida! ), no como un proyecto educativo más, sino como proyecto de lucha. Esa lucha valiente e inteligente capaz de edificar y edificarse en medio de la sordidez, el abuso y el terror en que se ha cebado el poder despótico que captura y controla el poder público.  Una lucha que se nutra de la adversidad como forjadora del espíritu del Nuevo Hombre Necesario.

 

¿Está preparado, o por lo menos dispuesto, el magisterio colombiano para esa única e irrenunciable tarea? ¡Claro que no! Con todo, o mejor, contra todo es preciso decir que mientras quede un hombre que resista, el sistema inmoral que nos domina no podrá estar seguro por mucha seguridad fascista que insista en darse!   

 

¡Luces y moral, son nuestras primeras necesidades!

 

Simón Bolívar  (…ese gran majadero)