EL PANDEMONIUM HA EMPEZADO 

   

En tiempo de crisis, la imaginación está por encima del conocimiento.

Albert Einstein


El planeta se resiente; eso es incontrovertible. Pero no está agotado y puede recuperarse. Sin embargo, la mediática imperialista despliega una gigantesca ofensiva de aparente interés ecológico, pero en verdad tendiente a hundir la conciencia colectiva en el arrebato de una sicosis planetaria, cuyo frenesí allane el camino a los “nuevos civilizadores”, conquistadores en verdad. Es la llamada estrategia del caos. La revelación del verdadero rostro del mal.


Habiéndose iniciado con el siglo la fase de los mega desastres inducidos, tanto política como tecnológicamente, las cabecitas de las montonera, ya de por sí puerilizadas por la privación de educación ennoblecedora y la angustia económica, están maduras para la siguiente fase, el pandemónium enceguecedor, indolente y destructivo


El tiempo para el cambio civilizatorio cualitativo ha terminado. Los últimos bastiones de sensatez son aplastados por el inmenso peso de la subjetividad dominante. Los buenos son perseguidos y rendidos como si se tratara de la peor peste, sin que alcancen las bases del Decoro para impedirlo. De hecho, el proyecto de la gran fraternidad universal está indefenso frente a los desarrollos del omnioligopolio de la vileza. Las élites criminales empoderadas planetariamente con la derivación de los logros de la modernidad hacia  sus más mezquinos intereses y traumas, apuran mutaciones sociales tan gigantescas, drásticas y siniestras como les permite la descomposición del espíritu comunitario en todo el mundo. Muy pocos guerreros de luz subsisten, y aún ellos limitados por la cortedad de espíritu de las víctimas que heroicamente se empeñan en redimir, como única y última alternativa  a su definitiva consunción en los planes de sus venerados destructores. 


Estamos avocados irremediablemente a otro mundo. Tanto para el capitalismo como para el humanismo es insostenible continuar sujetos a los enloquecidos y enloquecedores indicadores de la economía global. Sin embargo, el capitalismo se afinca en la grave entropía de la subjetividad dominante, mientras el humanismo no encuentra siquiera la forma de empoderarse en el galopante dolor de tantos y tantos pueblos depredados. Así, pues, los detentadores del poder globalizado pueden jugar hoy más duro que nunca. Lo están haciendo y no van a detenerse ahora que la tragedia global proyectada ha tomado curso.


¿Qué mundo va a surgir una vez la obra de la mutación civilizatoria de los imperialistas haya sido completada, una vez colapsen todo lo que tienen que colapsar para reinar omnímodamente con sus soldados universales y sus sistemas artificiales? Porque esta es la última etapa de la lucha entre el proyecto de conservación natural humana derivado de la comprensión profunda y el contra-proyecto artificial de una supervivencia tiranizada por el artificio tecnológico y la alienación de cualquier vestigio de consciencia. Al cambiarnos la atmósfera no calificamos por nosotros mismos para la vida. Serán esos nuevos perversos dioses  quienes nos la dispensen al arbitrio de su pathos. Ya lo están haciendo, pero es solo la ensayística de sus horrendos propósitos.


Preparémonos pues para el Armagedón. Renunciemos a la estulta rutina de nuestras vidas marginalizadas no solo por las estrategias de desarrollo excluyentes, también y sobre todo por la desidia frente a las tretas ideológicas del sistema plutocrático, que hoy nos retiene dóciles en sus tóxicas ficciones. Si el sistema de muerte alertado por los parciales avances de la consciencia social se dio a afinar el control de nuestras mentes y gustos, doblemente debió ser el cuidado de nuestras consciencias. No lo fue y ahora el precio puede ser inconmensurable, si aún ante el abismo continuamos cultivando al gran satán con el desprecio a aquellos escasos líderes que noblemente batallan por el resurgir de la consciencia anti-imperialista de los pueblos. Da grima ver los avances de la reconquista latinoamericana cerrar su círculo sobre el ALBA, como si su suerte no fuera nuestra propia suerte, nuestro destino como seres humanos o como deleznables homúnculos, así como fuimos tratados hace quinientos años.


Tan desastroso como fuera para los pueblos originarios de Abya Yala, inexorablemente volverá a ser nuestro próximo destino si del arcano intocado de nuestra prístina alma no sacamos la luz y la osadía para reencontrar la prudencia olvidada en medio de tanto avatar y acelere inoficiosos. Es preciso contenernos. No dejarnos arrastrar por la vorágine del caos en que el imperio sume al mundo. Ubicarnos en el ojo de la tormenta y leer con calma cuán real y cuán inminente es la debacle ambiental causado por el desatino de este modo de producción y, sobre todo, cuán deliberada como arma de destrucción masiva. El mundo que conocemos es el mundo que han querido que veamos. La comunicación masiva es el más grande sofisma de todos los tiempos. No suele usarse para desembarazar a los súbditos de prejuicios y camelos. Todo imperio es una conspiración permanente. La máscara es imprescindible cuando se trata de mantener dominio, encubrir, ocultar, sacar ventaja de la mansedumbre y desparpajo de los simples. A ello modernamente se le llama inteligencia. De ella deviene la superficie que vemos como realidad, bajo la cual los dueños del secreto construyen las estratagemas más sórdidas y eficaces que sostienen su poder. No es real lo que vemos, lo ingenian para nosotros a objeto de hacernos derivar sutilmente hacia sus fines. Sin embargo, no es fácil mantenerse sereno y lúcido en medio de tanto desorden y tanta desinformación. En momentos así lo prudente es no olvidar lo fundamental; por ejemplo, que no se puede confiar en el imperialismo –como lo dijo  El Che- “ni tantito así!, y cerrar filas en derredor de aquellos que habiéndose encumbrado a las primeras magistraturas no han faltado en lo esencial a sus principios revolucionarios; porque hay una conspiración al más alto nivel y poder contra la humanidad, siendo ellos las últimas posibilidades de la especie para conjurarla, y por lo cual se los embiste tan alevemente. Pero, con toda seguridad no vamos a poder si los dejamos solos, batallando como quijotes.


En todo caso, ya estamos en el siglo de los desastres, y solo yendo un paso delante del estado de arte de los más duros y siniestros podremos salvar para el futuro lo mejor de la epopeya humana; de otra manera lo excelso de la cultura se hundirá con los huesos de la hecatombe sobre la que proyecta el imperialismo norteamericano vencer a Marx trascendiendo la fatalidad de su inmanente crisis,

 

JORGE EDUARDO SOTOMONTE GAMARRA