CATALINA, LA BANDERA; NAPOLEON, LA INDEPENDENCIA.

¡VAYA BICENTENARIO!

 

A medida que los siervos iban encontrándole satisfacción a su condición de enajenados, quienes habían desarrollado una cierta comprensión de la infamia  y, por ende, la ilegitimidad tras la letra de cédulas y magistrados, sentíanse día a día más denigrados por aquella masa cuya tendencia al masoquismo parecía ineluctable. La inadaptación de los inadaptados era lo que más preocupaba al régimen, pues dentro de la filosa panoplia contra la insurgencia, la controversia democrática era algo que se descontaba, especialmente por la acostumbrada sujeción de los funcionarios a lo que se esperaba de ellos; no tanto de la letra de la función, como del interés de los nominadores. La letra de todo el sistema mejoraba, adecuándose a los tiempos, en tanto desmejoraba la realidad de lo que pretendía fomentar, así con los derechos y garantías como con los principios y la meritocracia.



 

El orden de sujeción llegó  con el requerimiento. El verdadero  Dios, es decir, el Dios que otorgaba las coronas imperiales, requería que se le reconociese la exclusividad de su autenticidad so pena de guerra y deshumanización. ¿Queréis ser humano? Renuncia a vuestras convicciones y sométete a mí. Yo soy toda misericordia y bondad, pero ¡ay! del necio que persista en la contumacia de sus dioses paganos. Tú escoges, tus infernales dioses o la majestad celestial del nuestro, del único. Si escoges el nuestro os encomendaremos para que vuestra vida sea útil, santa y segura.



 

Los avasallados aportaron sus dioses al submundo de la oscuridad y el pecado, allí fueron a dar su panteón catársico. En la figura del diablo se escupía el antecedente original de su Olimpo. Era de él que debían apartarse, librarse de la tentación, de la debilidad de tantos siglos descubriéndolo, inventándolo y obedeciéndolo. La presencia milenaria de esos “diablos” había causado en el nativo una propensión hacia dichas “perversiones”.



 

¿Qué se hace cuando no se puede, cuando se está asustado y desmoralizado? ¡Qué se hace! Adoptar el credo esgrimido como justificación de la agresión: Me hace la guerra porque he sido terco, necio y hasta estúpido al no entender la bondad de permitirme escoger antes de atacarme. En verdad sufro por ignorante, necio y estúpido. Además, debo agradecer que no me cobren la ira y el luengo expediente que caracteriza a la justicia cuando su equilibrio la empeña en ser exhaustiva. Los procesos largos suelen beneficiar al acusado.



 

Una vez inculcada la lección, serán los educados quienes defiendan la razón conquistadora, coadyuvando con el ejemplo de su experiencia a evitar su dolorosa e inútil repetición. Esta especie es la encargada de contagiar a la sociedad de la fobia hacia las insurgencias. Ellos sólo quieren paz, la paz que asegure el orden, incluso cuando la decadencia indica la conveniencia de hacer el duelo.



 

Se es vasallo o súbdito precisamente por serlo, por asumir y centrar la vida bajo tal condición. Se reacciona como vasallo, en tanto se sirve pronta, sumisa y fielmente  a su señor. El Señor es el Señor. Quien manda, quien da las órdenes, del que depende y al que confío mi vida, e incluso mi muerte. Él es todo.



 

El súbdito no forcejea; está relajado y tranquilo. Si lo azuzas contra el amo se horrorizará e irá con su Señor a dar cuenta de la genuinidad de su amor servil.



 

 Aprehender es reconocer con anticipación el coste caro e inútil de reclamar derechos que los vasallos no reconocen como suyos, extrañándose y ofendiéndose con los insolentes prometeos capaces de atreverse a iconoclastia, concitando con ello la insoportable convulsión del mundo que se ha llegado a amar a fuerza de estar en él, absorbiendo sus dictados como dulces y generosos axiomas dados por la gracia de atavismos cuya rutina les arropa de calor familiar.



 

Se acumula entonces la imposibilidad de sostener inmutable el amado orden porque, aún bajo el imperativo más conservador, las fuerzas del cambio no han dejado de corroer la graciosa esclava que los vasallos pulen a diario con devoción. De hecho, son voces salidas de la propia entraña del establecimiento las que agitan la atmósfera, convulsionando el alma y precipitando reformas; nuevas maneras de estar de los siervos y del propio establecimiento.



 

Aprender a lidiar con esas voces pudiera ser de importancia estratégica para la longevidad del establecimiento. Pero en el nuestro la práctica no permite insinuar que se esté pensando siquiera tal conveniencia. El miedo y  la inercia  terrorista acendrada mantienen un estado impermeabilizado contra la disidencia, cuya textura se niega rabiosamente a metamorfosearse en modernidad o, mejor, a asumir conscientemente la importancia de la sociedad civil en el sustento de la democracia. Tenemos entonces formas fantoches de democracia, donde todos los actores pluto y burocráticos pesan más que la queja y la necesidad de la sociedad, destripada por el peso de su voluminosa corporeidad y su gigantesca inalmidad.



 

Todo lo que se mide con dinero se prostituye, incluyendo el trabajo. Tanto haces por dinero, tanto  pierdes de interés humano. Ahora, es claro que el mundo está totalmente sujeto al dinero. Es decir, que sin él nada ni nadie se mueven. La tiranía perfecta del dinero permite, gracias a la virtualidad de la cifras, que muy pocos tengan lo que la mayoría desea, empezando, obviamente, por adscribirse a esa elit plutocrática mundial. Si la posesión de las cosas fuera intraducible a la nominalidad del dinero, la limitación física para custodiar la riqueza pronto derrotaría tal insensatez. Pero con el dinero paulatinamente se establecieron otras nominalidades como la jerarquía y la representación política, las unas en nombre del cielo, las otras en nombre del pueblo. A las cuales se agregaron instituciones encargadas de velar las soberanas y espurias decisiones de las representaciones nominales. Todo se organizó siguiendo el mistérico kratos de la pirámide. A esa astuta, mendaz y porfiada organización de los primeros en envenenar la humanidad con el señuelo de la unión y la fuerza, se ha vestido con el sacrosanto atuendo del progreso y la civilización. No hay tal. Ni progreso, ni civilización, sólo apariencia. Los hombres en vez de avanzar hacia la igualdad hemos descendido de ella a la más estúpida y abyecta inequidad y asimetría. Cuando anduvimos desnudos nos reconocíamos como infinita menor dificultad. De hecho logramos convivir entre especies distintas de humanos. Y pese a la extinción de la mayoría, fue esa partecita que logró fusionarse la clave que permitió evolucionar y sostenerse a la nuestra.



 

Vasallo y avasallados no son lo mismo, aunque solo heroicas excepciones logren precisar la distinción de sentido. El vasallo construye y busca vasallaje. El avasallado no necesariamente. El avasallado siente y abomina el rigor, aunque no necesariamente lo comprenda. El vasallo no siente rigor capaz de superar la gratitud, obediencia y fidelidad (que no lealtad, la cual se da entre iguales libres) y, por supuesto, su sentimiento y convicción de inferioridad, que obliga.



 

LA COLONIA



 

Como se ve, vivir en la colonia son dos cosas distintas dependiendo del alma del habitante. -¡Claro el turista es otra cosa!- El malestar es algo que siente la mayoría  cuando el sistema se relaja demasiado, presa de la solicitud en ser obedecido, y convierte en  abuso todo acto de poder y la humillación en descaro.



 

La Colonia crece y demanda sistemas más eficientes de producir la cuota áurea que da lustre y capacidad a la cúspide de la pirámide.   Desde el nous de su celestial altura pueden llegar, por igual, a cualquier borrosidad que ose perturbar la paz de sus hijitos. Porque ha de saberse que, además de siervo, el vasallo conservará su condición filial de hijo chiquito, de “hijito”, mientras observe la debida sagrada reverencia. ¿Quién aceptaría bastardos por hijos, sino fuera por que tal generosidad es arrancada al alma del señor por el grado de perfección con que se lo sirve y se lo defiende?



 

El malestar de la mayoría se sobrelleva casa a casa. El sistema de oportunidades de la sociedad librada a la dentellada del comercio, se traduce en cada casa como el efugio más o menos mitigado por el rebusque diario. De esa curva discontinua y ascendente de la angustia, pelechan por igual políticos y pastores. Ellos son los encargados de canalizarla como argamasa de su propio poder, mientras los escasísimos revolucionarios van erosionando su propio piso en el esfuerzo por mejorar la lectura y la entereza de esa fuerza desperdiciada en cómplice e inútil sumisión; que el amo no sería amo si su afán fuera el bienestar de su pueblo. Pueblo que se deja, pueblo que se jode. Mira que los pueblos que se entregaron bajo la ilusión de obtener como colonias lo que la libertad le cobraba caro; pronto vieron como su obsequiosa majadería los convertía en carne de cañón de las nuevas conquistas imperiales. Una colonia es siempre una cabeza de puente para nuevas expoliaciones. También se podrá contestar la terrible suerte de aquellos pueblos y hombres que se sublevaron. No la historia oficial, que nos pone a nacer de ridículas actas de adscripción a un monarca preso, con lo cual de paso nos deja en deuda de gratitud con Napoleón. De la independencia americana nos dejan a los americanos la grandilocuencia de la aristocracia criolla, los muertos de siempre y las residuales escaramuzas de un ejército dividido entre una oficialidad peninsular al garete y una emergente oficialidad criolla que fastidiaba terriblemente al soldado, pero a quien debía obedecer en razón de su servidumbre. Cuando la aristocracia criolla arteramente dividió al imperio entre un monarca benévolo distante y un gobierno inmediato, buscaba subsistir a  su nefando y odiado rol encomendero e intermediario, y sacar adelante su propósito de alzarse con la totalidad del gobierno. ¿Resultaba aquello halagüeño para las víctimas de esta aristocracia? Nooooo. Mil veces preferían el gobierno del monarca. Mucho hubiesen preferido a Fernando en Santo Domingo, México, Lima o la misma Nueva Granada. Pero también el monarca se asustó con los gritos, estos sí reales, del pueblo español. Diez años duraría la disputa entre la decadente metrópoli y el cipayismo americano, que prestaba el color y la locuacidad del criollaje mantuano para facilitar la penetración neocolonial anglosajona. Inglaterra pudo presentarse más allá de la patente de corso, de cuerpo entero con sus profesionales y bien tasadas legiones. El primer acto “soberano” de las oligarquías emancipadas consistió en reconocer la egregia, luenga y costosa deuda con Inglaterra. ¿Pensaron acaso reconocerle al necesitado Haití algo su aporte a la emancipación? ¡Claro que no. Petión ayudó pensando la independencia como liberación, pero Bolívar apenas si pudo testarle un corto panegírico, por lo demás, poco reproducido y menos analizado.



 

LA CONSOLIDACION COLONIAL DE LA CONQUISTA 

DE  LOS PUEBLOS ORIGINARIOS FRAGUO OTRA RAZA Y OTRO MUNDO

TAN DISTINTOS Y TAN PARECIDOS ENTRE  SI COMO ESTE DE AQUEL

 

Ni somos iguales ni podemos volver atrás siendo los que somos: Hijos de la bastardía, biológica y cultural, es decir, bastardos de padres y, peor, de Madre, de Pacha. Los hijos del despojo, del estupro, del desprecio y de la bárbara explotación, que ni siquiera la moderna nos fue concedida por la feudal y decadente Iberia. ¡Vaya suerte!

 

Así nació y creció esta cosa enajenada mal nombrada Latinoamérica, a falta de interés en las concepciones ancestrales sobre el continente de su creación.

 

Así, entre usos, abandonos  y trasplantes se ahormaron las personalidades en connivencia y bronca de sus habitantes dueños, de sus habitantes siervos y de los grises de intermedios, propios de las relaciones servil-cristianas; hasta llegar a la Colombia emergente de la globalización, donde se impone la mezcolanza de todas las barrabasadas erigidas por el capitalismo como modelo de libertad, confort y éxito. Es el modelo lumpemburgués arrastrando al pozo de sus vicios la estulticia bucólica de las masas recién desplazadas del campo. La única y verdadera reforma agraria sucedida luego de la conquista, que, des luego, fue la matriz del inmundo sistema de horrores blindado con la mal llamada república.

 

La colonia sigue siendo la forma esencial de nuestro ser. Solo que nuestro colonialismo es ejercido directamente por una clase sin más pretensiones que servir al amo global. Cuando España, España; cuando Inglaterra, Inglaterra; cuando sus bastardos americanos, entonces a los yanquis. Esa clase vende-patria, intermediaria, lacayuna,  ávara, matrera, esnobista y cristiana, se une continentalmente para apoyar al amo y consolidar sus poderes locales. ¡Claro, el imperio les facilita el punto de intercepción:  el spaninglish Miamero, la OEA, la SIP, el TIAR y cuanta alianza resulte pertinente para conjurar, acorralar y retaliar el mínimo asomo soberanista y unionista de la región.

 

Es de ley que se tiene que mirar al Norte para cualquier proyecto. Quienes pretenden observar ley distinta o, mejor, propia, van camino de atroz suplicio. Así ha sido, así es, así garantiza la sañudez que será.           

 

El primer y fundamental recurso, que es su gran arma y su gran debilidad, es pervertir la ingenuidad, esto es, llenar la matriz cristiana de aleves prevenciones  y producir, por vías ideológicas, una pseudo-consciencia lo suficientemente envalentonada y sapa,  frente a las claridades que retan la moral del conformismo y el relajamiento del espíritu enfermo de fatiga. Que el hermano sospeche del hermano cuando empiece a modificar el hábito de las obediencias que alimentan su alma servil. Que le siga y lo persuada  con el clarísimo ejemplo de las tragedias acaecidas sobre aquellos que se creyeron más capaces que su “bienhechor” amo. Que si no puede convencerle de su heresiarca rebeldía, rápidamente delate bajo la santidad de la confesión al alma amenazada por la maligna soberbia. El “curita” siempre sabrá que hacer; esa es su especialidad, salvar almas, pero sobre todo, salvar el rebaño del Señor. De ese Señor ubicuo, distante y altísimo, que en todos lados tiene ojos y a todos quiere advertir de los horribles castigos, reservados para quienes el alma les alcanza a querer ir más allá de la ciega devoción, a explorar esas otras concepciones que, increíblemente, también hablan de hermandad y libertad sin sentirse huérfanos por la carencia de pastor. Ir más allá de ese rebaño, arteramente confundido con el interés general de la plebe (comunión), podría afectar peligrosamente los intereses del Señor. Sí, otra vez el Señor, siempre el Señor, el omnipresente Señor de nuestro acendradísimo servilismo. El pastor se esfuerza porque las ovejas de su Señor no se descarríen, no estén solas, expuestas a ese más allá de “zarpas y colmillos”. Su carne, hostia exclusiva del Señor, no debe arriesgase a descubrir más “verdad” que el catecismo, porque el conocimiento podría perderlo. Que el Señor es Señor per se, aunque parezca necesitar de todas las ovejitas para que su poderío no se ponga en duda. Que todas las ovejas permanezcan en el redil, que el dulce Señor apacentará sus desvaríos, conduciéndolos a la infinita e inigualable paz de la resignación y la total sumisión. Siervos del Señor, esa es la senda y la meta, ninguna otra.

 

Ninguna matriz más propicia para la obra auto-controladora, fascista, de la masa. La religión los solaza de la insufrible tiranía de sus miedos y de sus culpas, facilitando con su elástico perdón el ardoroso amancebamiento de la devoción y la perversión. Una religión generosísima que, rasputinéscamente, nos quiere pecadores para poder darnos la sublime gracia de la salvación reiterada luego de cada debilidad terrena; y ¡vaya que somos débiles!, los unos por engaño y poder;  lo otros por oportunismo y felonía. Pero, es que es tan incitante pecar cuando se tiene asegurado el perdón; es ganar por partida do ble, la molicie del mundo y la espiritualidad de la promesa redentora.   

 

Si propusiésemos un credo sin perdón, donde el Amor de Humanidad fuese el método, la meta y, obviamente, el estilo de vida (proyecto de vida dicen ahora, malamente, como si se tratara de un después y no de un ahora recurrente), con todo e hilar refino en eso de la consciencia y la autocrítica; una disciplina mística donde cada prosélito esconda en la solapa de su cuello una cápsula de cianuro para el momento de la falta  capital (pecado mortal,  se dice en la jerga cristiana) al principio vertebral del amor; altísimamente probable es que del primer mártir no pasemos (¡y eso si el maestro resulta consecuente!), como no sea falseándole, degradando su verdad y su exigencia con la vergonzosa y pudridora fórmula de la exculpación, llevada al extremo de poner la otra mejilla y perdonar al enemigo.

 

Está bien, de vez en cuando - ¡y cuando toca por razones tácticas, de imagen o de correlación de fuerzas!-  poner la otra mejilla. Lo que no va es eso de perdonar al enemigo, pues siendo el enemigo el sistema Mentalidad-Actitud-Alianza MAL, perdonarlo en sus huéspedes, asumiendo que es, sino el único, el mejor método persuasivo, no califica ni siquiera a la luz del psicoanálisis, como no sea en los mismos melodramas cristianoides del celuloide. La realidad es que al león no hay que pedirle que se vuelva vegetariano, mucho menos intentar “educarle” en tal contranatura. ¿Debemos culpar a la sierpe por morder la mano que se abre para liberarle? El sistema MAL tiene una patria inextricable que se llama cuerpo, de la que depende y al que vivifica. Con ese cuerpo, que en su actuación da fe del sistema MAL establecido, se bate el potencial crítico del proyecto fraterno consecuente. Tal desafío, no  solo pone en tensión el cuerpo de los grandes beneficiarios del sistema MAL establecido, activa de forma “espontánea”   -reactiva- el alma defensiva, conservadora  y prestada de las masas alienadas huéspedes de ese -más que pasajero- tripulante viral, que manipulará con la febrilidad de fugitivo, los comandos más destructivos del espíritu intervenido (invadido, colonizado). Porque es así, ese invasor que comanda el centro nervioso del huésped (quien primero fuera intimidado y ahora grato huésped, devoto feligrés de su alienación), aunque esté en  perfecta posesión del alma del alienado, no consigue sortear el miedo  al exorcismo de la luz de la, de la lectura profunda, honrada, juiciosa, crítica, radical, esto es, que va, ve, revela (denuncia, debilita el componente Alianza) y (¿esfuma ? No) enardece el monstruo del que fundido a la raíz nerviosa. La estratagema del  perdón oculta, tras el perdón a la criminal reacción del monstruo, la defensa de este, de su vida, de su infame proyecto destructor de almas. La recusación pseudo-humanista pretende que el monstruo, cual Drácula, se deshará en un hombre nuevo, decente, grato, una vez el ejemplo de amorosa y redentora contención le demuestren, con  la propia supervivencia a su vileza (perversa salvación), la majestad de los principios que tan rabiosamente ha perseguido (¡Saulo! ¡Saulo! ¿Por qué me persigues?). El monstruo crea y se nutre de tales debilidades. De hecho, su sistema MAL es un engendro de patrocinios a la abyecta y masoquista entrega al patrón.  Así es como hemos llegado a esto que correctamente se ha llamado el embrujo autoritario.

 

La bastardía busca patria en la domesticación y se afana por escupir con doble desprecio a quien escupe el “patrón”. ¿Vamos a salir con esta masa? ¿Podemos siquiera echarla a un lado, soslayarla? ¡Claro que no! A la luz de un proyecto soberano de nación, la masa que se entregó  al requerimiento del invasor y luego, para soslayar su delito de lesa cultura, obsecuentemente ha cohonestado con cuanta patraña ha montado el bandido para ennoblecer su sistema de ruindades, entregándose y contribuyendo con una engendro cloacar en donde, a nombre de la cultura, la participación y la convivencia, se sacrifican los valores imprescindibles para erigir una democracia consecuente y por consecuencia, irreductiblemente soberana y solidaria. Esa masa clama por tragedia. Es su íntima auto-crítica, su justo y necesario sino. ¿Lo harán las guerrillas, fatigadas y reducidas como están? No. Lo hará el morbo del propio orden al que sirven y defienden. El orden les partirá la madre, los macerara con las mazas de su regresividad conservadora y su insoslayable necesidad de posicionar los nuevos esquemas tecnológicos de explotación y control. Entre las fisuras de todo ese empeño imperialista por adecuar la mesnada a la frenética empresa de condicionar la libertad natural del mundo a la dependencia tecno-corporativa (el tecno-capitalismo o tekno), las bestias van a necesitar de chicos con su sistema MAL actualizado a ese propósito ecocida, sin el menor escrúpulo silvestre. Pero, irónicamente, necesitarán permear su estado de arte con humanistas que moderen la esquizofrenia tecnológica de la universidad y sus laboratorios corporativos. No les será fácil encontrarlos, por su escasez y su coherencia. Será una apuesta, donde el establecimiento tendrá que  retrotraer cierto campus de libertad para proveerse de esos básicos de sensatez en que todo sistema, por loco y destructivo que sea, forzosamente debe fundar su permanencia. Sistema que los usará estructuralmente, mientras ellos, mimetizarán las cargas de su honradez allí donde puedan producir su creativa destrucción, esto es, irrumpir  en el sistema MAL dirigente y el sistema MAL de los dirigidos o disponibles.

 

Convertir la identidad de clase en fiero canibalismo, logrando neutralizar cualquier ánimo emancipador; reduciéndolo de decepción en decepción a amarga misantropía, es el punto en que la sal se corrompe, se vende. Criticar el estado de alienación del pueblo, es una cosa. Renegar del pueblo, es otra, radicalmente distinta. Se analiza para darle más potencia, más revolucionariedad a la pedagógica social. Se reniega para sumirse en el egoísmo y, a la larga, terminar sorprendidos de la necedad ensayada contra el virtuosismo del sistema capitalista para forjar instrumentos a escala de las propias potencias naturales, dándole al hombre posibilidades frente a los estragos de sus ingentes demandas.

 

El socialismo -terminaran diciendo los propios capitalistas desesperados con tarea imposible de atender el creciente reclamo social- es el único capaz de echarse encima y sacar adelante las necesidades humanas fundamentales planetarias actuales. Siete mil millones de especímenes rebotando entre la supervivencia y el consumismo, no son precisamente las masas que van a avalar el caminohumanamente grato propuesto por Marx. No niego que los procesos revolucionarios sean los únicos capaces de elevar el espíritu a las cumbres morales, donde los prohombres abandonan sus intereses personales para satisfacerse tan solo con las conquistas sociales. Pero, aún si un acto mágico librara a la tierra de las cúpulas propiamente burguesas, el humanismo tendría que lidiar con todo el esbirraje y todos los corrompidos con sus vicios, es decir, no hay manera de evitar -ni es marxista, pensarlo-  un transito al socialismo como alternativa analgésica a los estragos causados y sembrados por el capitalismo. El transito seguirá siendo un parto, antes que una presidencia progresista limitada al marco de una constitución burguesa y a la contingencia de la  burocracia política y judicial. No hay revoluciones bonitas incruentas. Socialice usted de sopetón cuanto es menester para sacar de control y someter a la oligarquía al arbitrio de un partido auténticamente revolucionario, a ver qué tan en paz podrá sostener la soberanía y democratización de la riqueza nacional.

 

América no se discute. Discutir América equivaldría a pensar que el imperialismo esté pensando en suicidarse, o que pueda descomponerse de forma parecida a la Unión Soviética. Al sur de la frontera no está el sur, están sus haciendas, con mejores  o peores conserjerías. Últimamente el imperialismo tuvo problemas con la avidez oportunista de las oligarquías que, dando por descontado su ascendiente clientelista,  hicieron fiestas con la riqueza pública, y terminaron facilitando la emergencia de regímenes soberanistas, que han venido restringiendo la libertad del imperio para disponer a su antojo de algunas de sus más  ricas haciendas. El imperio pudiera negociar una fórmula intermedia de coexistencia, dado el carácter blando a que fuerza la fragilidad de los gobiernos progresistas, sometidos a las reglas del juego burgués. Aleccionar a esa oligarquía retrógrada e inepta que, por andar centrada en el latrocinio y sus disputas, no supo siquiera desarrollar los accesos a las fuentes naturales reservadas estratégicamente desde siempre por el imperio. Primero llegaron a ellas los socialistas, con todo y lo emergentes. Así pues, bien podría pensar en negociar con una nueva burguesía nacional, que comparta con los suyos los valores agregados que adquiere la región en el actual mercado global, permitiendo que los socios internacionales puedan aparecer como aliados con responsabilidad social y respeto a la soberanía. Hacia allí estaba dirigida la estratagema de poner un rostro negro al frente de la burocracia del imperio; pero también al interior del conglomerado imperialista los que fuerzan las decisiones suelen ser los más inescrupulosos y menos tácticos. Ni el gobierno fachada, ni las oligarquía intermediarias logran engranar, dejándose manosear al antojo de los servicios de seguridad que, prácticamente han entrado a gobernarlo todo a través de cuerpos paramilitares de distinto cariz y nivel. Es el mal llamado estado mafioso, normalmente atribuido a capos sicariales que, en realidad, operan como simples peones del nuevo esquema estatal imperialista, merced al cual se intimida a la sociedad, se neutraliza la disidencia y se garantiza la incondicionalidad de los beneficiarios de la impunidad.

 

¿HACIA DONDE VAN LOS GOBIERNOS PROGRESISTAS?

Los menos, franquean sus convicciones marxistas y orientan proa al socialismo, ya bolivariano, ya del siglo veintiuno. Cada quien trata de darle apellido a su particular posibilidad de sostenerse frente al enojo fascista. Pero es obvio que dentro de ellos, la heterodoxia Chavista incuba la posibilidad de transformar un proceso democrático en un proceso de real desafío revolucionario. La habilidad inigualable para dar la batalla electoral, su aplicación y gusto en estos menesteres, no ha podido ser vencida por la gigantesca operación imperialista destinada a volcarle la opinión, la popularidad y la sindéresis, en un contexto completamente sui géneris para un revolucionario, en el que se concentran tantas responsabilidades, posibilidades y expectativas.

 

¿Cederá Chávez a los cantos de sirena que en su estratagema diplomática pueda plantearle el imperio? ¿Se ha unido la suerte de Venezuela a la suerte de Cuba, esto es, la voluntad con Cuba podría ser usada para condicionar el desbloqueo a una negociación en bloque con el ALBA? Altamente probable; así únicamente se insinúe para suscitar el narcisismo de las pequeñas diferencias, sobre todo entre aquellos sectores internos más prestos a la alevosía y al ruin patrioterismo, cuando se trata de contradictores del imperio.

 

El Proceso Bolivariano y -diríamos- toda revolución real, solo tienen un destino inexorable: radicalizarse. Revolución que se ablanda se descompone. Ahora, nacida  y sostenida por los votos, una revolución así no puede menos que ser una revolución blanda, y tan frágil como cualquier gobierno elegido al albur de los principios maquiavélicos de la propaganda. ¿Cómo diablos se radicaliza una revolución hecha y sostenida a votos? Mayorías cualificadas que sustenten enmiendas, corporaciones, constituyentes y gobierno. Resumiendo, un gobierno blindado por la participación protagónica de las mayorías. Radicalizar la revolución bonita no necesariamente implica apoyarla en la violencia revolucionaria extra-institucional. Chávez ha contado con votos, soldados, bonanza, gente y, ahora, toda una logística propia, un entorno internacional y  una gran madurez para encarar saboteos y conspiraciones. Pero el proceso sigue teniendo en su caudillo su gran fortaleza y, por ende, su gran debilidad. Aunque ya existe un partido y un estado permeado por la moral revolucionaria, no es seguro que la organización y la masa atiendan tanto a sus directivas como atienden a Chávez. Es decir, el peligro de la anarquía y la atomización, podrían correr a favor de la oligarquía, excepto por el abrillantamiento que tomen las Fuerzas Armadas para garantizar el hilo institucional y el proceso revolucionario. Otro escenario potencial es la satanización del gobierno bolivariano, su aislamiento, la ocupación y bombardeo, con el apoyo de aliados, gobiernos clientelares y oposición interna, esto es, la guerra de resistencia y el interés del imperio en dividir tácticamente el país, generando un teatro de operaciones en caliente que amilane a los gobiernos afines, obligándoles a plegarse a cambio de su reconocimiento.  Todo indica que la primera frontera alguna vez pensada por el Ché para trasladar la Sierra Maestra a los Andes, es ahora el escenario de intervención que Norteamérica prepara a través de la oficialidad y la fuerte para-oficialidad colombiana. El Tamá, las Sierras de Perijá y Mérida, así como la culata  del lago de Maracaibo serán las primeras territorios “emancipados” del  “yugo” chavista, así, obviamente, como la zona petrolífera del Lago y el Golfo. La Cuarta Flota intervendrá desde las Antillas neerlandesas, bloqueando y buscando copar las principales ciudades costaneras, entre ellas, Caracas. A toda costa se buscará el control territorial de la Faja del Orinoco, so pretexto de cuidar los intereses multinacionales allí establecidos que, de paso, intentarán utilizarse para neutralizar a China y Rusia. Sin embargo, esta es la tercera zona del mundo donde el imperialismo norteamericano se arriesga a una conflagración a escala planetaria; por lo cual su geo-estrategia seguramente continuará insistiendo en desacreditar, en potenciar grandes defecciones, propiciar incidentes mortales y en minar las mayorías parlamentarias.

 

Bien lo caracterizó el propio Chávez: revolución que envaina su espada, se envaina. Envainar la espada significa aupar con tolerancia la guarimba. La Venezuela Bolivariana sigue siendo el único país del mundo donde el gobierno ha tolerado por más de una década, y durante 24 horas al día, una carga mediática absolutamente subversiva, desde la cual, con total impunidad, se soliviantan los sectores más reaccionarios y atrasados, se canalizan las conspiraciones desde Colombia y, en general, se hace resonancia a cuanto  crean que les sirve para soslayar, distorsionar y entenebrecer los avances de la revolución.     

 

 

 

LAS BESTIAS DE LA UNIVERSIDADES SIN HUMANISMO NO HACEN SINO PARIR AUTENTICAS BESTIALIDADES

 

CONECTAR DIRECTAMENTE NUESTRO CLOACA A UN RIO NO DEJA DE SER UNA (PORQUERÍA) UN INVENTO EXTRAFALARIO



CONCECTAR NUESTRO DOMICILIOS A LA GRAVEDAD DEL AGUA PARECE INTELGENTE POR LO FUNCIONAL, PERO CONECTAR NUESTRAS CLOACAS A LAS FUENTES, ESO ES INDICATIVO DE UN AUTÉNTICO TRANSTORNO.