ESA INMENSA DESOLACIÓN SOBERANA DA LA CLAVE…


Siendo nosotros la periferia del más poderoso de cuantos imperios hayan asolado la tierra, naciones malcompuestas  por los rezagos de un imperio colapsado por el atraso de sus estructuras y sus credos, crecimos con una asimetría proverbial frente a las potencias vencedoras de la modernidad. Aún así dos grandes hazañas pudimos producir, la primera república negra del mundo y Cuba socialista; ambas en el Caribe, vecinas ellas y a muy pocas millas del nuevo imperio. Haití solo pudo sostenerse el tiempo suficiente para empezar a pagar lo que habían obtenido en derecho y dignidad. Cuba.., bueno Cuba fue otra cosa. Contra viento y marea Cuba se sostuvo y aún por entre el rabioso cerco imperialista avivó la obra inconclusa de la emancipación y la justicia social de todo un continente. Cuba es el gran David de la epopeya americana, porque derrotó al imperio y se mantiene enhiesta construyéndose humanísticamente y construyendo la Patria Grande  con su ejemplo, sus logros y su solidaridad. Desde la heterodoxia de su lucha, Cuba no solo se parió como socialista, también iluminó experiencias inéditas como el Chile de Allende o la Venezuela de Chávez, aportando al mundo la épica de colosos como el Ché, y al siglo veintiuno cuanto no alcanzara la superpotencia Soviética.  Cuba, la Cuba de Castro es sin duda alguna la nación que más le duele al imperialismo norteamericano, la verdadera presa detrás de la satanización a Chávez y la invasión a Haití.



 

¿Cómo pudo Cuba tal proeza? ¿Cómo parió y aprendió de las ínclitas virtudes de un santo como Martí? ¡Vaya juego misterioso de la naturaleza de este continente dominado, pero aún indómito! Juego que fragua una rara y proverbial  genética del Decoro contra la cual no han podido los laboratorios mentales del imperio. Especie de ley compensadora de los tantos que pierden la luz bajo la férula de la podrida educación de los imperios a sus colonias. Martí lo sintetizó así: “Cuando hay muchos hombres sin Decoro, hay otros que llevan en sí el Decoro de muchos hombres. Esos son los que se rebelan con fuerza terrible contra los que les roban a los pueblos su libertad que es robarse a los hombres su Decoro. En esos hombres van miles de hombres, va un pueblo entero, va la dignidad humana”. Miller referiría así a esa fuerza misteriosa que se encarna en ciertos hombres y los convierte en sus instrumentos principales de salvación de esta especie que somos: “El mundo no sigue andando por ser un negocio que rinde (Dios no saca ningún centavo de comisión). El mundo sigue andando porque unos pocos hombres, en cada generación creen en él totalmente, lo aceptan sin discusión, lo rubrican con su vida y ellos tejen una composición llena de armonía y sentido. Si no fuera por esta lucha constante de parte de unos pocos creadores, que extienden el sentido de la realidad en el mundo, el mundo moriría literalmente. Es evidente que no seguimos vivos por obra de los legisladores y los militaristas. Nos mantenemos vivos por virtud de los hombres de fe, de los hombres de visión. Estos son como gérmenes de vida en el infinito proceso del devenir. ¡Abrid paso, pues, a los dadores de vida!”. Antonin Artaud  fijará sus ojos ya no en la levadura sino en la masa fermentada: “Aquí esta ese rumor de hormigas que producen los descubrimientos, las revelaciones, las apariciones/ Aquí están esos grandes cuerpos varados que recobran viento y vuelo/ Aquí está el inmenso zarandeo de la supervivencia/ Esa inmensa desolación soberana da la clave a esa multitud de sueños que solo piden despertar”.



 

Inmensa desolación soberana..¿No es eso hoy Haití: una inmensa desolación soberana? ¿No nos está dando ella la clave? ¿No es por ahí que debemos buscar el meollo de la cuestión haitiana?



 

Gérmenes de Vida .Vida verdadera, precisaríamos con Jesúscristo. Martí por intermedio de su discípulo más excelso despertó los sueños, esto es, el alma grande de todo su pueblo y de hecho transformó la afrentada sociedad insular en el titán de su liberación, de su ennoblecimiento y prodigio. Los yanquis, que andan afanados auscultado en dónde diablos reside el gen –la noética- de la decencia y el auto-respeto, sudan aceite imaginando que esas manos de humanidad que atienden el dolor haitiano puedan contagiar la grandeza del espíritu que las mueve en socorro de sus hermanos de raza,  de clase y de patria americana. La criminal maquinaria de su cuerpo de Goliat palidece frente a la verdad de su monstruosa nimiedad moral. De ahí su pánico a que el David sacuda las consciencias dormidas, que es una manera de decir, subdesarrolladas. Y ve el alba extendiéndose desde la Sierra Maestra hacia todos los rincones eclipsados del continente y su espanto plaga de esbirros  los cuatro costados de la tierra que quiere, que necesita despertar del sueño aciago de dominación al sueño heroico de liberación.



 

JORGE EDUARDO SOTOMONTE GAMARRA