¡BICENTENARIO DE QUÉ!

¿CUÁL BICENTENARIO?
de que me están hablando.wmv
Formato de video Windows Media 6.5 MB

Obviamente de un puñado de repúblicas pastiches, merced a las cuales las oligarquías locales lograron el botín completo porfiado desde los tiempos de sus ancestros conquistadores. Trescientos años de la más infame e infausta expoliación habían saturado la imposible adaptación de los nuevos vasallos del imperio ibérico; tanto de los encomenderos como de los encomendados. Casi más la de aquellos que la de estos, harto incómodos con las cláusulas de la corona y las indocilidades de sus siervos y esclavos, empezaron a leer en el credo liberal la posibilidad de viabilizar sus irreductibles ambiciones de soberano dominio. Los Comuneros del Socorro ya habíanles advertido con su formidable insurrección la vulnerabilidad del imperio y, por supuesto, de sus ominosos privilegios.  Continuar apostándole al vasallaje era simplemente suicida. Tenían que evitar a toda costa que los genuinos héroes populares, como el Gran José Antonio Galán, se apropiaran primero de las luces necesarias para transformar la profunda inconformidad general de las clases explotadas en una auténtica revolución social. El credo liberal y la ascendiente metrópoli británica venían a pedir de boca en su rescate. Los claustros exclusivos de los pedantes señoritos aristocráticos cederían espacio entonces a las luces forzosamente necesarias para inventariar y hacer redituar el dominio sobre territorios tan bastos como prometedores. Con el conocimiento del entorno y el poderoso influjo de la revolución burguesa, emergieron también heroicas ambiciones emancipatorias, que le dieran soberanía a las castas criollas.



 

Así, de la poderosa base de inconformidad social que hiciera por momentos colapsar el imperio español en Puente Real, se pasó al liderazgo de una pequeña burguesía, cuya formación humanista plagó de proclamas  a cual más grandilocuentes el espectro de las resistencias a tanto malestar acumulado. El proyecto libertario ahora estaba en labios de exaltados jovencitos ilustrados. También ellos serían fusilados por los rabiosos estertores de un imperio ya vencido históricamente por el atraso de sus relaciones de producción y la barbarie de su Santo Oficio. Se necesitó entonces de la reciedumbre militar de próceres tallados en las faenas de la guerra moderna, en particular de un genio como  Miranda y, sin lugar a dudas, de la sombra omnipresente del imperio británico, cuya ayudita les mereció nuestro primer acto “soberano”: el reconocimiento de la deuda que desde entonces no ha parado de gobernar las decisiones de las republiquetas en que se repartieron las oligarquías las gran colonia americana.



 

Del común a los caudillos militares caraqueños se configuró la pirámide de nuestra magra historia libertaria, sin que los pobres y los juicios extrasumariales hayan dejado de crecer. ¡Nada que celebrar entonces y sí mucho que conmemorar: la derrota del Común! Revertir esta pirámide de desastrosa independencia es la tarea a la que aspiran los hijos más honrados de estas doloridas tierras. Unos aupándola desde el poder y las limitaciones de las primeras magistraturas logradas en guerra o en elecciones, otros desde la clandestina lucha guerrillera. Y otros, quizá, desde el silencio necesario para pensar alternativas a un continente, y si se quiere a un planeta, cuya alienación obliga a concebir escenarios frente a los cuales la ortodoxia que actualmente guía la salvación del proyecto humano sería perfectamente insuficiente.

 

JORGE EDUARDO SOTOMONTE GAMARRA