ELPODER DELOS PODEROSOS

 Y LA DEBILIDAD DE LOS DEBILES

 


¡Claro!, tal es el misterio, el arte de mantener el orden social en desequilibrio y connivencia.  Los menos mandando y los más acreciendo  el mando de los infinitos menos. Y todo en nombre de la democracia.

 

Ahora, el poder de los poderosos es real, contundente, aunque sin el mito no pasaría de ser  el inestable conglomerado de una milenaria momia expuesta al viento del hormiguear humano.

 

El mito es caña. La caña entonces es muy poderosa. Tal vez por eso todo profeta, todo monarca y todo chafarote se completa con un callado, cetro o sable. ¡Caña! Se caña al campesino, diciéndole que ya no existe, que si quiere existir un poquito ha de embalsamarse en una reserva (recuérdese ¨reservación¨), a objeto de que la compasión del régimen de la ¨prosperidad¨¨ pueda alcanzarlo con la generosidad de su ¨desarrollo rural integrado¨. Se caña al revolucionario aún honesto, dándole a conocer en carne propia un algo de la realidad real de ese pueblito por el que está soñando exponer su pielecita, su libertad, su nombre, su éxito, sus allegados y cuanta grasa y vomitiva respetabilidad pudiera arrumar con una vida adocenada, como la del inmenso montón.  ¡Claro, del patético cuadro del proletario decimonónico la villamiseria hoy nos exhibe la juventud arracimada en hordas fuleras y sin más escrúpulo que el impudor homicida de su lascivia! Por supuesto, nada amables estos  bribones. Nada por quién morir o trasnocharse siquiera, ¿cierto?  Sin embargo, no se lucha tanto por los que sufren; ni siquiera por los que pudieron ser en medida aproximada a la graciosa Humanidad. Se ha de luchar por los que aún pueden ser, por lo que van a nacer o están creciendo, por lo que han resistido y conservan posibilidades de realización en la grandeza del alma inamansada.

 

También con la verdad se caña. Verdad es que el imperio maneja al antojo de su morbo el clima planetario y la mente de la gente. Verdad es que su tecnología diabólica es de un poder que espanta. Verdad es que el planeta orbita bajo la égida de su gobierno global. Pero también siguen siendo verdad las grietas. Y, ya sabemos con Borges que, en las grietas está Dios que acecha!  Mientras haya uno contra el cual rompan sus lanzas los ardides del imperio, el imperio no estará seguro. (…y les aseguro que existe mucho más que uno, y que las grietas crecen paralelas al poder del imperio, sin que la bestia pueda remediarlo, porque nada puede conjurar lo impredecible, así el imperio se crea ad portas del control total.) 

 

El mito de la omnipotencia tiene como envés el mito de la impotencia. No hay omnipotencia, como no hay impotencia absoluta, hay mito, ¡caña! Desmitificar, sin embargo, no es tarea fácil. Los hombres llegamos a ser tan mitificados, tan distorsionados, tan alienados, tan miserables, en una u otra forma, solo que la burbuja del poder se estampa como abuso sobre la humanidad de muchos, estableciéndose una sistema de perversa compensación entre la expansividad avasallante y la solicitud mórbida de los restiados. Sado-masoquismo, diríase con Freud.

 

Existe un mecanismo cultural de gran efectividad alienante: asumir los absurdos que el común asume. Absurdos que, por lo general, provienen de contrasentidos con fuerza de ley u opresiones legales. Forzado al absurdo, el individuo sacrifica su consciencia, para abrirle espacio a la realidad del sinsentido, produciendo una adaptación enfermiza, esto es, una adscripción acrítica y, por ende, irracional, compulsiva.

 

Nuestra realidad está pletórica de absurdos. Esos absurdos son el verdadero maestro de quienes están creciendo. Así, crecer es llenarse de absurdos; sedimentarse en la irracionalidad y la compulsión. Establecer una gramática alógica o esquizoide,  que logra un cierto tipo de funcionalidad interpretativa, en tanto los otros, al ¨desarrollar¨una gramática similar, logran coincidir en  el estereotipo que, si bien contraría la flexibilidad necesaria para cribar el absurdo, lo convierte en elemento funcional dentro del ser social alienado compartido. La realidad real remplaza a la realidad modificable, instalándose con la fuerza de la incapacidad compulsiva de los adscritos o normalizados.

 

Un absurdo lleva a otro, y estos a nuevos. Y así hasta invisibilizar la realidad modificable  tras la realidad ficticia, pero realidad asumida, vivida y reproducida por el alienado. La basura del absurdo blinda la realidad contra los ¨peligros¨ (posibilidades) del cambio. El absurdo hablará todo el tiempo de cambio -como en educación-, sin que pase nada. Así es como los delirios de la consciencia falseada inyectan su espíritu a la ley, sin que la bondad de sus propósitos logré afectar en positivo la realidad que pretende remediar.

 

Nos llenamos de absurdos de forma ¨espontánea¨, ¨libre¨, siendo esta la libertad del colonizado cultural, a la que apela  el alienado cuando sus defensas son agrietadas por el cuestionamiento riguroso.       

 ¿Cómo, entonces, deshacer el nudo gordiano de la alienación social? Irreverente firmeza en el sentido común.